Varios días son los que llevo barruntando sobre si escribir las líneas que a continuación os relato. Tras algunas jornadas de ausencia aunque con cierta actividad en Twitter, creo que, aunque los que me conocéis desde hace tiempo tengáis clara mi posición, me daréis la razón si os digo que conviene recordarla de vez en cuando. Aunque nos parezca agotador hablar sobre lo que a mi, desde luego, me parece obvio.
Pero sí. No sólo hay que recordarlo. Hay que ser muy conscientes de que realmente merece la pena.
Bien. No he llegado a contar las columnas que habré podido dedicar a las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Convendréis conmigo, que unas cuantas. No en vano, una columna semanal durante los últimos cinco años, dan bastante de sí.
Cinco años, por cierto, en los que la cuerda entre ambas se ha tensado notablemente. Y tiene sal. Y está áspera, como a punto de resquebrajarse.
Pero no quiero dejar de insistir en varias cuestiones.
Y una vez superada la pereza inicial, os digo.
El proceso político de una Cataluña nacionalista empezó hace mucho. Éste ya lo planteó Jordi Pujol, quien, a pesar de ser mucho más listo y sutil, tenía perfectamente diseñado en su mente y en sus acciones el camino a seguir.
Nadie pensó -algunos, sí- que Cataluña tomaría la deriva que se ha demostrado ha ido tomando. Nadie en "Madrid" -alguno.. sí- pensó que sus herederos políticos se plantearan ir más allá.
Y desde luego, nadie creyó que llegara a gobernar la Generalitat una unión de partidos que acabara de dilapidar buena parte del prestigio que nos enorgullecía y que nuestros fondos fueran maltratados hasta llegar a la ruina económica, más allá de la crisis generalizada. Más allá de pactos fiscales.
Vino el Estatut, redactado de manera unilateral, nada de sentarse con el Estado al que tan dignamente perteneces, y junto al que has hecho cosas enormes, empresas fructíferas, proyectos gratificantes, en fin, con el que hemos caminado de la mano, con riñas habituales, como en todas las familias.
Y la cuerda soltaba más hilos. Si estiréu ben fort...que cantara Lluis Llach...
El ciudadano de fuera de Cataluña y no pocos de dentro, empezaba a sentirse ofendido. Cada vez más. Y más. Y empezaron los contraataques. Algunos, francamente demodelores. Muchos -la mayoría- por absoluto desconocimiento. Otros, malintencionados. Que también.
Y todos, sin saber que contra más subía la intensidad de esos ataques, más aumentaba el apoyo nacionalista. Habían picado. Lo habían conseguido.
Me dijo en una ocasión un alto dirigente de ERC que su mejor cartel electoral había sido José María Aznar. Me hizo gracia. En parte, por lo injusto, porque fue durante su mandato cuantas más transferencias hubo a todas las CCAA. Curiosamente. Aunque entendí lo que me quiso decir.
Y ahora vamos camino de un referéndum. Veréis el próximo 11 de septiembre cómo se presenta la jornada. Pero, sabéis una cosa? Lo ansío. Ansío ese referéndum. Porque sé que el resultado puede gustarnos. Y quizás, sólo quizás, se calman una temporada.
Cuando entró en vigor la Ley de Normalización Lingüística del año 95, muchos lo advertíamos. Lo decíamos en debates y tertulias cuyas centralitas se colapsaban. Pero si no se aplican las multas, nos decían. Y qué? -contestábamos- , sólo la posibilidad de que se pueda hacer es un claro atentado a la libertad. Por qué debo rotular mi comercio en catalán? Por qué no puedo escolarizar a mi hijo en un sistema normal y naturalmente bilingüe?
Bueno, en la calle no hay problema. Y sí. Es cierto. Y? Qué necesidad tenemos? Si somos un pueblo enorme, grande, con virtudes exquisitas y con algún puñetero defecto.
Quiero, sin extenderme demasiado más, recordar otra cosa.
Somos muchos, muchísimos, los catalanes españoles que amamos nuestra tierra. Que consideramos una riqueza absoluta la diversidad de la que goza España. Que leemos y amamos en catalán, indistintamente como lo hacemos en castellano. O en español. Llamadle como queráis. Son mis lenguas maternas. Ambas.
Somos muchos los catalanes que no convergemos con ninguna tesis nacionalista. Ojo. Con ninguna. Tampoco de otro tipo. No nos gusta el nacionalismo como doctrina política. No nos gusta una doctrina que propugna una homogeneización cultural y lingüística dentro de unas mismas fronteras. Pero ninguna.
Y sabed una cosa. Cuando atacáis la política de Cataluña dirigiéndoos a todos los catalanes, en general, nos ofendéis a muchos. Tenedlo claro. Cuando hacéis coñitas diversas con nuestra otra lengua, también.
Porque puedo criticar a un familiar pero ojo, porque cuando lo hacen otros, sabéis cómo puede escocer.
Otra cuestión antes de desayunar.
La culpa de esta situación no es sólo de los políticos. Nada. Excusas fáciles. Sí es cierto que se produjo un divorcio entre la sociedad civil y la clase política.
Pero no es menos cierto que esta sociedad civil que tantas alegrías y triunfos ha dado al pueblo catalán, esta sociedad civil que en su dia potenció el modernismo, a la vanguardia en España siempre de los movimientos culturales y empresariales europeos, tiene también buena parte de responsabilidad.
Porque ha permanecido al margen, con una confortable venda en los ojos, mirando hacia otro lado haciendo como que no le importaba. Y comentando en círculos privados lo que no ha tenido el valor de defender en el ámbito público.
Así que todos, salvo algunas excepciones, somos responsables de la situación que pueda acabar derivando.
Y ahora, sí. Antes de que revise estas palabras y pueda corregir alguna por considerarla demasiado primaria, voy a tomarme un zumo vitamínico y un café, con unas tostadas con tomate untado y aceite. Aceite puro virgen de oliva, como le gusta a @Guals. Y como nos gusta a todos los españoles.
Porque una servidora, a diferencia de otros muchos, sí cree que sigue mereciendo la pena recordar lo obvio.
El espíritu de este cuaderno digital no es otro que el de reunir ideas,pensamientos,gustos cinematográficos o gastronómicos,lecturas estimulantes o viajes sugerentes.Me interesa todo aquello que tenga que ver con el ámbito social y político,me interesa la libertad y su búsqueda permanente,me interesan las diferencias entre la óptica femenina y masculina,me interesan,en definitiva,las personas y su encaje en una sociedad cada vez más compleja.Y me apetece contarlo en mi propio espacio.
Escolta Espanya la veu d' un fill que et parla en llengua no castellana... que va escriure en Joan Maragall.
ResponderEliminarSólamente darte las gracias por este artículo. Somos muchos los que coincidimos en tu reflexión
@xavidal
Si... I ben maques que son aquestes paraules...
ResponderEliminarTe agradezco muy sinceramente, Xavier, tus palabras. Me animan muchísimo. En serio. Porque sé que somos muchos los que podemos coincidir, perteneciendo, además,a tendencias de lo más diverso.
Saludos.
Hola Eva,
ResponderEliminarEs la primera vez que visito tu blog y tu artículo me ha encantado. Antes de nada, voy a colocarme esa etiqueta horrible que tanto gusta a algunos. Soy manchego, español pues. Pero adoro vuestro país, adoro Cataluña: su cultura, su lengua, su forma de ser, adoro ese pueblo, y como buen manchego adoro su gastronomía.
Entiendo que a veces -algunos no todos- no os podáis reconocer en el espejo de esta España, de su casta, de su élite. Pero el pueblo siempre es pueblo. Poco o nada nos une a esa élite, es más, seguro que un parado catalán tiene más en común con un parado andaluz, valenciano o madrileño, que con esa élite nacionalista. ¡Es más! Entre esa calaña seguro que se reconocen, cuanto menos en el discurso de odio y rencor que siembran.
Me despido y te vuelvo a felicitar por tu escrito, que aunque sea tímidamente hace mucho por normalizar este Estado roto por unos pocos. Y yo me pregunto ¿Cuando la izquierda dejó de ser internacionalista para convertirse al nacionalismo que divide a los pueblos? Un abrazo desde el otro lado de este muro imaginario y un fuerte petonet.
Pues déjame darte la bienvenida, para empezar.
ResponderEliminarY para continuar, agradecerte tu comentario.
Me encontrarás por aquí o en Twitter (@miquelsubiaseva) para seguir charlando de lo que quieras.
Petonet!