Y esta vez quiero compartir con vosotros el Speaker´s corner en el que he colaborado. Espero que os guste: ¿Pecadores en Twitterworld? ¿Está Twitter cambiando nuestros hábitos de conducta? ¿Nos ocultamos tras los 140 caracteres par mostrar esa cara oculta?
No está mal que le demos alguna vuelta... Feliz fin de semana.
¿Pecadores en Twitterworld?
Todo empezó hace escasos días. A mi regreso de Barcelona me encuentro junto al ordenador de mesa una gran nota de mi marido: “Eva, artículo de lectura obligada”. La autora, Elvira Lindo. Y No me quieras tanto, el título con el que se publicaba en El País.
La pieza desglosa el variado comportamiento de muchos iniciados en el apasionante mundo de Twitter. Se habla de “enganche”, de “bolerización del género epistolar” y en definitiva, de nuestra educación con respecto a otros a la hora de interrumpir conversaciones cada vez que se enciende un pilotito en nuestros celulares. Sonrisas, rostros de asombro, coqueteo, en fin, todo un amplio abanico de reacciones frente al mensaje, mención o simple tweet deseado o no. Tiene gracia.
Así que comencé a darle vueltas al asunto. A nuestros hábitos y si éstos estaban siendo modificados. A nuestra actitud, a la necesidad en aumento de explicar lo que nos sucede o lo que pensamos al respecto de algo serio o algo nimio –como en nuestra vida cotidiana- en administradas dosis de unos pocos caracteres. A si este fenómeno nos estaba desinhibiendo y nos mostrábamos algo más descaradetes, a pesar de la condición pública del mismo. A si descubríamos nuestra faceta más exhibicionista y voyeur al mismo tiempo. A si, en definitiva, éramos algo más pecadores desde que nos adentrábamos en el tuiteo a discreción.
La lujuria, sin ir más lejos, se manifiesta en formas diversas y podría englobar varios aspectos. Ésta no sólo se circunscribe a todos aquellos pensamientos y comportamientos de índole sexual, también el sentimiento de posesión, de celos, de coqueteo abierto o los anteriormente mencionados voyeurismo y exhicionismo.
Numerosos profesores de literatura y no pocos periodistas que investigaron a fondo la vida de Juan Ramón Jiménez, apuntaron su tendencia al vicio de la observación como algo bastante usual. Así como su entrega al onanismo con guantes de seda, algo más refinado. Según el historiador Paul Johnson, más que documentado está el apego al exhibicionismo que poseía Jean-Jacques Rousseau, sobre todo en su etapa de juventud por las calles de Turín cuando mostraba su trasero al paso de bellas jovencitas. “El placer estúpido que me producía exhibirlo ante sus ojos es indescriptible”.
También estos conceptos han evolucionado y han adquirido una nueva dimensión. Y Twitter no es ajeno a ello. Muy al contrario. Los hay quienes lanzan abiertamente la gabardina al aire mostrando su plenitud, los hay quienes enseñan tímidamente la patita. Pero –y me incluyo- nos paseamos por la plaza pública con nuestra mejor sonrisa.
De la misma manera que quienes observan constantemente. Algunos se dan a conocer. Otros permanecen en sus guaridas.
La lujuria nos lleva directamente a la gula y la avaricia. Más tweets, más followers, más menciones, más, más… insaciables. Pero en esta carrera también participa la envidia, tan española, tan nuestra. Compañera malvada donde las haya.
La pereza ha encontrado en Twitter su acomodo ideal. No más de 140 caracteres. No hace falta que escribas algo de propia cosecha, puedes copiar o puedes retuitear. Fácil. Y gracias al recientemente fallecido Steve Jobs, un ligero roce de la yema de tu dedo índice es suficiente.
Pero el tuiteo desmedido también nos muestra la Ira. En debates, en tertulias virtuales, en simples comentarios de noticias indignantes. Ella aparece cuando menos te lo esperas y si no la controlas, ahí permanece, en el cloud de los servidores de todo el territorio nacional e internacional. Ahí está, recordándote ese momento de cólera que tuviste una noche.
Pero el Santo Grial de Twitterworld, mis queridos amigos, no podía ser otro que la soberbia. Ahí estamos todos. Unos y otros, incluso los más modestos. Aflora por los poros. La vanidad, ese pecado –si me permitís- tan masculino pero tan común también a tantas mujeres, flota, pasea y se respira en numerosos tweets. Aceptemos las cosas sin que nadie se escandalice.
Admito mi pequeño vicio confesable. Y en cuanto esto os cuente, probablemente será tuiteado por una servidora. Pero no nos hagamos trampas en el solitario porque somos mayorcitos.
Así que aún admitiendo que hay muchos aspectos cultural y socialmente estimulantes en la conexión con esta red social, reconozcamos que lo utilizamos también como un espejo en el que nos gusta contemplarnos.
Y sí, capté la indirecta de mi marido. Lo tendré en cuenta. Creo además, que ya lo he tuiteado. Ya conocéis la historia del escorpión y la tortuga.
Bien visto: el pecado claramente se encuentra en lo cotidiano de nuestra vida... y twitter es ahora, nuestra vida cotidiana. Gracias por el post: muy bueno!
ResponderEliminarGracias, Isabel. Tú misma eres la prueba más evidente d la grandeza d Twitter. Si no, no sé si te hubiera conocido. Tus tweets son siempre interesantes y cuando me disperso-en mi caso es fácil- con algún asunto pasajero, apareces con algún enlace q te devuelve a lo realmente importante. Así lo veo.
ResponderEliminarSaludos. Nos vemos en Twitter..