Estopa le han dado. El Consejo de Ministros del Gobierno italiano -presidido por Mario Monti- ha presentado un plan de ajuste presupuestario contundente. "Salva-Italia" es el nombre el plan, donde 20.000 millones de euros van a corresponder a ajustes presupuestarios y otros 10.000 en gastos en favor del crecimiento, sistema productivo y del trabajo. Algunas de las medidas se recogen aquí.
El Plan también contempla congelar las pensiones superiores a los 960 euros mensuales y mantiene la revisión de las jubilaciones mínimas en función de la inflación. La Ministra de Trabajo, Elsa Fornero, rompió a llorar cuando se disponía a anunciar las dudas medidas que va a llevar a cabo el Gobierno para hacer frente a la extrema deuda.
A Elsa Fornero se la ha crucificado por esas lágrimas. Y no entiendo por qué, francamente. Después de que no pocos hayan estado riendo las gracias al anterior Gobierno y justificando las salidas de tono -por ser sutil- de Silvio Berlusconi, ahora muchos se llevan las manos a la cabeza por la emoción de una Ministra de trayectoria profesional impecable ante el contundente anuncio, que, salvo que seas un despiadado, no le resulta de plato de buen gusto a nadie. Y menos después de haber visto -como estarán viendo- el despilfarro obsceno e inmoral de tantas instituciones y de sus cargos.
No sólo no me molestan esas lágrimas. Me reconfortan. Por saber que estamos ante un ser humano con sus debilidades, por transmitir la cruda realidad sin faltar a la seriedad ni al rigor en la aplicación de las medidas. Por mostrarnos su sufrimiento, que una servidora cree a pies juntillas. Llamadme ingenua, pero si no creyera todavía en la seriedad, en la bondad, y en la vocación de servicio público de muchos técnicos profesionales que se dedican a la política, así como en muchos políticos al uso, me costaría mucho levantarme todas las mañanas. De verdad os lo digo. A pesar de todo.
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