jueves, 14 de junio de 2012

¿Asistimos a la dictadura de la cocina vanguardista?

Algo así me planteé no hace muchos días, tras haber acudido a cenar a un conocido local de Barcelona.

El restaurante escogido, al que tenía ganas de asistir desde hacía tiempo, no es otro que Cinc Sentits, pero la filosofía del planteamiento es trasladable a otros muchos.

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Cabe decir que finalmente la experiencia resultó más que satisfactoria, pero el comienzo fue algo, podríamos decir, atropellado y poco me faltó para levantarme y abandonar el local.

Veamos. Cuando escojo un determinado establecimiento para degustar sus platos, lo hago en función de muchos criterios, pero responden fundamentalmente a los míos.

Y de la misma manera -permitidme un inciso- que me pone muy nerviosa que una dependienta de las tiendas Nespresso me dé lecciones yendo de sobrada sobre unas cápsulas de café que llevo adquiriendo mucho tiempo antes de que ella misma supiera ni siquiera la existencia de ellas (os recuerdo que a Barcelona llegó y se expandió mucho antes que en Madrid), me ocurre algo parecido con algún que otro jefe de sala.

El Cinc Sentits funciona sólo con menú degustación. Algo que debes saber de antemano. Así que si no has realizado un estudio a fondo del mismo, te presentarás sin saberlo. Y no podrás escoger platos sueltos de la carta. Así que ahí asumo mi culpa, por no haberme informado antes debidamente.

Eso es algo que me parece estupendo. Nada que objetar. Pero cuando llegas de viaje, algo cansada por toda la semana a cuestas y resulta que dos de los platos te parecen en exceso contundentes y pides que te los cambien por otros más ligeros, lo último que esperas que te respondan es: "Bien, bueno, veremos qué podemos hacer, aunque debe saber que estos dos cambios conllevan un suplemento".

Y francamente, en tan sólo dos menús cerrados cuyos precios rondan los 80 euros como mínimo, no me parece que sea la respuesta más adecuada. Y me da igual la estrecha Michelín. De hecho, motivo de más para agradar al cliente en lo máximo posible.

Cuando le espeté que me parecía un formato demasiado rígido y complicado y lo que último que deseaba yo esa noche era sentirme más enconsertada, cambió el tono. El jefe de sala, todo hay que decirlo, supo reaccionar a tiempo -poco me faltó, os lo digo- y el desenlace fue estupendo.

Unos sugerentes aperitivos dieron paso a un menú completo y variado de una mezcla de texturas y sabores francamente deliciosa. La Vieira con puré de "topinambur", jugo de cebolla "escalivada" y crujiente de jamón, sencillamente exquisita.
      
Un gusto impecable. Local sobrio, minimalista, servicio estupendo y con gracia la maniobra de los camareros al manejar con maestría tu servilleta y recolocarla con los cubiertos cuando abandonas la mesa para acudir al cuarto de baño, por poner un ejemplo.



Como dato curioso os diré que el inglés era la lengua dominante. El día que fuimos, el 80% de sus escasas mesas eran de gente extranjera, algo ya bastante usual en Barcelona.

La cuestión es si son los restaurantes los que deben adaptarse al cliente o somos nosotros los que debemos pasar por el filtro que ellos establecen.

Defiendo que una persona que arriesga su capital o el de unos socios que deciden apoyarle para emprender una aventura empresarial, sea ésta gastronómica o de la índole que sea, debe poder -cómo no- establecer sus criterios y poner sus normas, siempre y cuando -evidentemente- se ajusten éstas a la normativa vigente.

El cliente, nosotros, ya decidiremos dónde o no ir, o dónde o no repetir la experiencia.

Otra cosa. Un establecimiento que se precie, no se puede permitir tener una mesa mala. O son todas buenas o se zampa el espacio que le queda con patatas con reducción al aceite de pistachos. Pero no estoy dispuesta a pagar lo mismo que otro cliente ubicado en una mesa mucho más confortable. Meridianamente claro lo tengo.

Y un poquito de flexibilidad nunca está de más. Y en estos momentos, más todavía. Porque el cliente habitual ya no es el de antes. Ya no corresponde a un perfil de gente que no da la más mínima importancia al esfuerzo y a la cuidada elaboración y tan sólo tira de tarjeta -más bien cash, más bien cash- , así que cada día más deberíamos todos valorarnos mutuamente. Esto es. Yo valoro su talento. Pero ojo, usted sepa que yo también hago un esfuerzo. Que se trata de mi dinero y he decidido emplearlo en su local. Así que mímeme. Y cuídeme. Y sobre todo, fidelíceme. Porque es ahí donde podremos establecer una relación beneficiosa para ambos.

Porque si no, ya saben ... Te amaré eternamente hasta mañana por la mañana...

4 comentarios:

  1. Hola,te felicito por tu blog y el estilo "new age" que pones en tus comentarios.
    Este un tema muy complicado de abordar.Principalmente,porque mientras la música,por ejemplo,siempre se ha considerado un arte,y es ahora cuando se le empiezan a dar otras funciones(discutible),con la cocina de vanguardia ocurre lo contrario:que es la forma alimentación que usamos para cultivar el placer.Pero tambien hay otros enfoques: como la nutrición o utilizar la cocina como fuente de salud...o utilizarla como simple instrumento para saciar el hambre...y en ésto último no se suele experimentar con uno mismo porque sólo es cuestión de "apetecer o no" el alimento que se va a ingerir.
    Por tanto,tenemos en principio tres enfoques primarios que nos hacen elegir restaurante y elegir una vez dentro entre el menú:el placer,la salud y el hambre.
    Entre los enfoques secundarios estarían,por ejemplo,las reuniones (laborales,por amistad o por compromiso)en torno a una comida e.t.c que también influyen a la hora tanto de elegir el restaurante,como de elegir el menú...
    Cada uno tiene su baremo de gustos en los que suelen estar presentes todos éstos enfoques y muchos más...
    Por otra parte está el asunto de la servicialidad,la atención y el detalle que tú tanto reclamas...que también es un debate amplio pero que nos falta siempre tiempo y espacio para analizarlos en profundidad.
    Me parecen dos temas muy interesantes,sobre todo el del fenómeno de la cocina de vanguardia.
    Saludos

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    1. Y por cierto, Diego. Me olvidé decir que me ha gustado lo del estilo "new age".

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  2. Pues bienvenido seas, Diego. Y gracias por tu comentario.

    Comparto todos los enfoques. Cuido mi salud a través de la alimentación y si tengo un almuerzo de trabajo cuido también según qué detalles.

    Pero me refiero al placer. Me refiero a la elección de un determinado local atendiendo a lo que te apatece en cada momento. En pareja, con amigos, con amigas... cada instante, cada conversación responde a un contexto diferente.
    Y sin duda, para mi, reunirse en torno a una buena mesa es, ante todo, placer. Pero también es un ritual que me apasiona.

    Y ahí es donde exijo ciertas cuestiones que planteo.

    Gracias de nuevo y encantada de seguir viéndote por aquí.

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  3. Gracias,el gusto es mío porque a mí compartir reflexiones con los demás es mi pasatiempo favorito,incluso por encima del ocio(en caso que ésta actividad no sea una forma propiamente de ocio).
    ¿Y que es el arte sino una forma de obtener placer?
    La cuestión es que el placer,sobre todo el que se obtiene del arte,también se puede cultivar,y siempre hay que probar nuevas sensaciones para que se depure y afine nuestro gusto respecto de las artes.
    No se si has oido hablar de la neuroestética,o de Semir Zeki...(si no,te aconsejo que le eches un vistazo)
    Haciendo un poco de visionario,no concibo un futuro en el que los artistas no vayan de la mano de esta disciplina científica...
    Aunque siempre habrán,y es totalmente respetable,los que prefieren dejar que el arte siga nutriéndose de la "inspiración"...
    Un saludo

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