Un poquito saturada de tanto tópico que circula entre nosotros, cazo al vuelo una noticia en El Periódico que recoge un estudio de la Berkeley University en el que se concluye que la gente de clase alta y con más recursos económicos tiene comportamientos menos éticos que las que disponen de menos recursos.
Rodolfo Mendoza, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de California es el autor del estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy os Sciences.
Sigo pensando -y me remito a unos post más abajo-, que todo o buena parte de los comportamientos cotidianos se reducen a un asunto de educación.
Sé que no es políticamente correcto plantear ciertas cuestiones, pero ¿cuántos de los políticos corruptos proceden de "clase alta" y cuántos, por el contrario, pertenecen a los denominados "nuevos ricos"? ¿Y empresarios? Busquemos y comparemos.
¿Qué tipo de persona es quien cede un asiento o ayuda a una persona con movilidad reducida a bajar de un autobús?
¿Señoras "puestísimas" y de "buena cuna" maleducadas? A montones. Pero señoras y señores de rancio abolengo más sencillos y de gustos terrenales que cualquier trabajador de una fábrica con un puesto algo relevante, también.
Cada vez soporto menos los tópicos. E ignoro los pormenores del estudio. Lo leeré a fondo. Pero quizás se trate también de "oportunidad" y "accesibilidad" a un determinado comportamiento poco ético.
Otro tipo de ejemplo. Esta vez relacionado con la belleza. ¿Os acordáis de Demi Moore en Una proposición indecente? Si no hubiera tenido esas cualidades físicas, jamás nadie le habría planteado "ese tipo de proposición". Podría haber siguiendo viviendo con aquello de "jamás aceptaría algo así". Pero el mérito real habría sido que Demi Moore lo hubiera rechazado habiendo tenido la oportunidad de aceptarlo primero. Eso creo yo. A pesar de que estaba en su pleno derecho de aceptar tal transacción. Se trata de una elección individual (o de pareja, en este caso) que no afecta a seres indefensos.
Y en todo lo demás, lo mismo. O parecido. El mérito es saber comportarse con corrección y pundonor cuando tienes la oportunidad de no hacerlo. Es decir, cuando hay capacidad de elección.
Cierto es que hay muchos hombres y mujeres acostumbrados a manejarse con gran comodidad gracias a sus recursos. Muchos tienden a pensar que todo está sometido a un precio, incluídas las personas. Pero eso, repito, está en la manera de ser y de creer de cada uno, y en lo que se transmite a sus hijos, sean éstos de familias adineradas o con menos recursos.
Porque, una vez más, insisto, es la educación la que cuenta. Creedme.
Pero, con los años me desenganché de los Oscars. Las listas de premiados de los últimos 10 ó 15 años me parecen -en su mayoría- deplorables. El espectáculo (yo, que soy amante de los stand-up comedians desde antes que llegara El-Puto-Club-De-La-Comedia) tiene escasos minutos de interés. Las películas que me atraen, las capturo y devoro a mi ritmo.
En plan boutade, permíteme decir que parte de culpa la tiene François Truffaut. Me explico. "La Noche Americana". Loa cinéfila al cine americano. El cine que amaba. "El cine o es americano o no es", dijo su ex-copain, Godard, quién ha estado haciendo con el cine lo que Adriá con la tortilla. Y los críticos cinematográficos y gastronómicos se comportan por igual, que conste, cada uno de su madre y a saber de qué padre.
Truffaut falsificó y mitificó un rodaje y una manera de homenajear al cine americano. Es la idea de cinefilia de un pajillero. Yo amaba ese film en mi pubertad, pero la masturbación también evoluciona, se hace sofisticada, alambicada y se diversifica el disfrute. Hoy, puedo hacer la prueba del cinéfilo con el algodón de "La Noche Americana". Y, si mancha el algodón, le pido al cinéfilo -amablemente- que disfrute, pero que no me salpique...