jueves, 19 de julio de 2012

I survived 2012

Nueva York, noviembre de 1989. Pasaba unos días junto a mis padres en Manhattan justo cuando se había puesto en marcha una campaña con el lema "I survived Catholic School" a lo largo y ancho de todo Estados Unidos. La campaña, si mal no recuerdo, respondía a una polémica algo agresiva que se había sucedido en torno a las escuelas católicas.

El lema de la reacción podía tener, así, varias lecturas. La positiva, en clave irónica. Y la negativa, dando a entender que el paso por ella había sido un suplicio.

Fue todo un éxito de imagen y las ventas de las correspondientes chapas, pins, bolsas, póster y demás gadgets que se fabricaron en uno y otro sentido fueron realmente elevadas.

Sin ir más lejos, conservo esta muestra que podéis ver a continuación:



Bien. Dejando a un margen la cantidad de recuerdos positivos que conservo a raíz de mi paso por las Escuelas Pías de Barcelona pese a no haber sido precisamente una alumna muy destacada; dejando ahora de lado el afecto, la aceptación, el haber incentivado mi personalidad y carácter, el haberme enseñado a valorar el esfuerzo y el trabajo bien hecho,  como sólo una pequeña muestra de muchos de los motivos por los que no puedo más que tener palabras de agradecimiento, quiero centarme en la idea de la campaña en el momento de su puesta en marcha por recordarme, no sé si con razón o no, a ciertas situaciones actuales.

Veamos. No voy a abundar en lo que sabemos. En que la situación económica que vivimos es francamente dramática y desoladora. En que, además de adoptar medidas especialmente cruentas, aunque necesarias, se podrían éstas ampliar a otros ámbitos. Estoy de acuerdo con no pocas de las propuestas que se hacen al respecto desde foros u opiniones individuales de la "sociedad civil".

Pero hay varios aspectos que me preocupan especialmente.

El ambiente de guerracivilismo que fomentan algunos, el linchamiento gratuito y generalizado hacia todo lo que tenga que ver con un cargo público, me parece que traspasa el mero coqueteo de jugar con unas cerillas.

Bien es cierto que no son pocos los ejemplos de "profesionales de la política" que no han ayudado precisamente a dignificar tan antigua dedicación, pero que decidamos meter en un saco a todas las personas que por una razón u otra trabajan en el ámbito de lo público, no sólo es simplista, sino injusto.

Conozco a profesionales que en sus ámbitos privados estaban a gusto trabajando, sin la responsabilidad de enfrentarse a diario al látigo y cobrando unos salarios notablemente superiores; éstos han decidido ocupar Secretarías de Estado, Empresas Públicas, Ministerios, y altos cargos de la Administración. Y la gran mayoría de ellos ha aceptado por el simple hecho de intentar arrimar el hombro y saberse capaces de ayudar a su país.

A mi paso por la Administrración, he tenido el placer de conocer funcionarios de exquisito nivel, entrega y rigor absoluto. Y sí, también los he conocido más comodones. De todo hay en la viña del Señor. Pero no he leído tantos comentarios despectivos con respecto al papel del funcionario en toda mi vida. Y tampoco es eso.

Que hay mucho "político profesional medio instaurado"? Por supuesto. Diputados mediocres, senadores, concejales y funcionarios en general. Como en cualquier otro colectivo. Es cierto, también, que por el hecho de estar ocupando un cargo público, el ejemplo a dar es doblemente mayor, pero no saquemos las cosas de quicio. En serio. Porque de lo contrario, conseguiremos que la escasa vocación de servicio público que va quedando -y creedme, todavía existe-   esté tan desprestigiada que cada vez haya menos nivel y acaben recurriendo a ella los oportunistas de turno.

Un poco de responsabilidad no nos vendría nada mal a ninguno de nosotros. Un poco de altura de miras, tampoco. Y es que cada día es más necesaria una sociedad civil fuerte, sólida, que pueda ir de la mano de un Gobierno que hace lo que cree que debe hacer, solo, frente a una oposición y a unos sindicatos que creen ver en la calentura de las calles y de la gente, la oportunidad para regresar mañana.

Porque aquello de renunciar al cortoplacismo para pensar en las generaciones futuras, como algo que diferencia al político del estadista, que apuntara Churchill, no pasa aquí desde hace mucho, me temo.

Algunos, de hecho, gritan y braman ahora lo que no han podido decir años antes, por la autocensura y por el sectarismo, algo ya tan habitual entre nosotros. Una lástima.

Y estamos jugando con algo realmente peligroso. No se trata sólo de jugar con fuego. Estamos jugando con nitroglicerina y en un bache de éstos, mal pillado, lo vamos a lamentar todos. Y entonces, sí, aquéllos que van con la antorcha, darán codazos para sentarse en el primer banco a llorar.

Así que vayamos buscando las chapas de turno, porque este año será recordado durante tiempo. Tanto en un sentido como en otro. Porque habrá gustos para todo. Y como en todas las situaciones difíciles, habrán sacado lo peor y lo mejor de nosotros. Aunque todavía confío en lo segundo.

I survived 2012. En lo bueno y en lo malo. Espero.



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