"Hay momentos, en la Vida, en los que callar se convierte en una culpa y hablar en una obligación. Un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del que uno no se puede evadir" Estas palabras pertenecen a Oriana Fallaci. Y La rabia y el orgullo, el libro que, como cuenta ella, decidió escribir en un par de semanas a base de café y cigarrillos devolviendo mediante sus escritos toda la impotencia contenida tras los atentados de las Torres Gemelas.
Hoy vuelvo a ella. Y lo hago tras leer esta noticia: "Condenada en Afaganistán a 12 años de cárcel por haber sido violada" Ella misma, Gulnaz, lo cuenta a la CNN con un valor manifiesto.
Una de las cosas que más me preocupan es ver cómo nos vamos acostumbrando a este tipo de noticias. Se suceden a diario. En Afganistán. En Irán. En el Congo, con violaciones a centenares de mujeres a escasos kilómetros de los cascos azules. En inmurables países donde los derechos de las mujeres no sólo no se contemplan, sino que se pisotean a diario. Los latigazos por conducir, supuestas faltas de de respeto a un Dios que en la sociedad islámica, nunca perdona, sólo castiga.
Y que se haga en nombre de una religión me exaspera todavía más. Entonces me pregunto. ¿De qué servirán los organismos internacionales? ¿Para qué se elaborarán tantos informes en lucidos Power Point?
Sé que muchos de vosotros me acusaréis tras estas palabras de ingenuidad. Lo sé. Pero, ¿acaso Naciones Unidas no puede tener una actuación mucho más efectiva? ¿Realmente tenemos que cruzarnos de brazos ante semejantes atropellos, atentados y vejaciones?
Permitidme que lo ponga en duda. Y en esta tarde de especial indignación, todavía más.
Tan sólo otra cosa: Cuando queramos reaccionar, será tarde. Demasiado tarde. Y no sólo para la mujer. Para Occidente entero.
Tan sólo otra cosa: Cuando queramos reaccionar, será tarde. Demasiado tarde. Y no sólo para la mujer. Para Occidente entero.
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