lunes, 12 de marzo de 2012

Gasolina: el plomo en las alas de Obama

Asistiremos, con gran seguridad, a un duelo entre dos candidatos que no pasan un momento precisamente esplendoroso. Mitt Romney, tal y como apuntamos en el post anterior, porque no acaba de despertar la pasión suficiente entre sus votantes potenciales -los republicanos anti-Obama- y Barack Obama, porque la pasión despertada inicialmente ha ido dejando paso a un descontento entre no pocos sectores demócratas, lo que ha hecho que su popularidad caiga de nuevo a un 46%. Y no perdamos todavía de vista al otro candidato republicano, Rick Santorum, que ahí lo tenemos.

La culpable, de nuevo, la gasolina. El promedio de 4$ por galón no es muy prometedor, teniendo en cuenta que la movilidad geográfica en Estados Unidos es altísima y permanente y los desplazamientos entre largas distancias son muy frecuentes.

El Washington Post hace mención a la última encuesta, sin duda interesante.

Mientras, Sarah Palin ha mostrado descontento ante la imagen que ofrece en Game Change, una película basada en las 10 semanas que mantuvieron en vilo no sólo a Estados Unidos al irrumpir en su escena electoral como ticket de McCain en  las pasadas elecciones legislativas.




Julianne Moore es quien interpreta a una de las líderes y rostros de mayor visibilidad del Tea Party, y con la que -suponemos- sí estará de acuerdo Palin, por lo menos en cuanto a su belleza se refiere...

De todas maneras, si un productor apuesta por realizar un largometraje -de hecho, telefilme- basado en el perfil y evolución electoral de Sarah Palin es porque el personaje despierta un manifiesto interés. Y lo despertó, sin duda.

Intentaré ver, por supuesto, este biopic. El dedicado a una mujer más o menos culta. Más o menos interesada en los aspectos internacionales. Más o menos conservadora. Que gustará más o menos. Pero que, desde luego, supo captar la atención como nadie de buena parte de votantes americanos que vieron en ella a  una madre de familia que decía públicamente y sin tapujos lo que consideró que tenía que decir en su momento.

Y de la que siempre quedará la duda de que, de haber sido convenientemente preparada sin improvisaciones, desde su posición como Gobernadora de Alaska, de haber sabido "pulir" determinados aspectos difíciles de congeniar con ciertos electorados, de haberse implicado en la política nacional poco a poco y debidamente asesorada, hubiera podido tener mayor repercusión de la que tuvo a posteriori.

Aunque consiguió lo que muchos talentos y carismáticos líderes tardan meses y meses en conseguir: popularidad. Y abrir los telediarios.

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