martes, 27 de diciembre de 2011

Violencia doméstica. Y verbal.

Jornada intensa en la capital. Al hecho histórico de tener a estas horas a Ana Botella como primera Alcaldesa de Madrid y a falta de que se terminen de nombrar a los Secretarios de Estado que quedan pendientes, se suman polémicas, no sé si absurdas, aunque sí incordiadoras.

Ante todo, mi más sincera enhorabuena a Ana Botella. Se enfrenta a un reto apasionante. No será un camino de rosas, pero su carácter y buena gestión se encargarán de limar todas esas espinas.

Pero ahora quiero centrarme -si mi brutal resfriado me lo permite- en otra de las polémicas que, con la que tenemos en nuestro país, se sucede día sí y día también. Hoy le ha tocado el turno a la terminología utilizada por Ana Mato, recién estrenada como Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, al respecto del fallecimiento de una mujer en Roquetes de Mar a manos de su pareja. Mato se refirió a la situación de "violencia en el entorno familiar", en lugar del políticamente correcto término -acuñado por Aído team- de "violencia de género" o "violencia machista".

Dejando un momento de lado que lo realmente importante es la lucha contra este tipo de agresiones y el combate de las mismas con medidas disuasorias efectivas y condenas severas a los agresores, hay algo que chirría. Porque supongamos que un hombre o una mujer homosexual agreden a sus respectivas parejas del mismo sexo. ¿Hablamos también de género o de machismo? Porque no sería la primera vez que ocurre un caso de estas características. Y si éstos están excluídos de la norma ¿es justo el planteamiento?

Y si algo caracteriza al progresismo estándar de nuestro país es afinar en todas sus descripciones. Bien, no en todas, sólo en las que electoralmente les conviene más para contentar a un segmento muy concreto de la población. Con lo que no lo acabo de entender. No acabo de entender que Leire Pajín haya puesto el grito en el cielo por este asunto. No acabo de entender que lo hayan puesto toda una corte de palmeros. Salvo el hecho de pensar que pocos argumentos son los que tienen para nada más.

Me temo, de todas maneras, que los votantes españoles han dicho muchas cosas en las urnas. Y me da a mi que una de ellas es que España no pierda el tiempo en asuntos que nada aportan y que sólo ayudan a enmarañar el ambiente. Así lo he interpretado yo, vamos.

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