domingo, 29 de enero de 2012

Iolanta&Perséphone

Hacía meses que no comentaba nada acerca de ninguna ópera del Teatro Real. Así que vamos allá. Me tocó el jueves pasado. Iolanta de Piotr Ilich Chaikovski y Perséphone de Igor Stravinski.

Peter Sellars está dirigiendo en el real estas dos óperas, en lo que ha supuesto un estreno mundial.

Advertencia. Ya os lo he comentado en alguna ocasión. Al igual que cuando describo mis sensaciones al ver algún largometraje, obra de teatro, exposición o tras visitar cualquier restaurante, mis impresiones son las que son: mías. NO pretendo nada, tan sólo transmitiros lo que me transmitieron a mi, mis percepciones, mis vibraciones inmediatas y demás. Sin apenas reflexión. Lo que te llega o no a entrar por tus sentidos.

He ido al Liceo durante muchos años y ahora, por motivos de "reubicación" lo suelo hacer más a menudo en el Teatro Real. Aún así, considero que mi criterio "cinematográfico" es más "atinado" y mucho más elaborado, pero no quiero dejar de comentar estas dos pequeñas pero intensas óperas.

Os puedo asegurar que me llegó y emocionó tremendamente Iolanta. Por muchos motivos. Así, de entrada, Ekaterina Scherbachenko (Iolanta) me fascinó. La fuerza que ella y toda la pieza con su música me transmiten me parecen de una belleza absoluta. En cuanto a su historia, se narra la vida de la hija ciega de un rey, que no desea que ésta lo sepa, con lo que decide no hablarle ni de la belleza ni de la luz... en plena Rusia Imperial. Teodor Currentzis, un joven director de orquesta griego, se entrega con fuerza en ambas piezas.

Perséphone es quizá, más radical. Mitos, conjunciones planetarias, toda una metáfora de la resurrección de la vida que, debo admitir, me mantuvo más alejada. Me penetró en menor medida. Bien es cierto que Dominique Blanc (Perséphone) -actriz francesa de fama internacional- no canta, sino recita, junto al tenor Paul Groves y un grupo de bailarines camboyanos. Algo que quizás "endurezca" la pieza.

Merece la pena, de todas maneras, asomar al Real para contemplar y disfrutar de estas dos óperas. Una hora y media de duración la primera, y casi una hora la segunda, hacen que pases una velada realmente agradable, abstrayéndote de la pura y dura cotidianedad en aras de una delicadeza de lo más apetecible.

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