El contrabando de niños tras el terremoto en Haití se ha disparado hasta el punto de que más de 7000 niños han sido trasaladados a la República Dominicana de manos de traficantes sin escrúpulos y desalmados. Estos monstruos obligan a prostituirse, presos del hambre y la miseria, a niños y niñas que han quedado huérfanos, con sus familias enterradas bajo los escombros. El reportaje del Nuevo Herald pone los pelos de punta.
¿De verdad no podemos hacer nada? ¿Tanto discurso en la ONU para que estos niños mueran desnutridos y prostituídos y los bestias que se aprovechan de la situación puedan campar a sus anchas?
Hoy siento auténtica vergüenza. La misma que deberían sentir todos los responsables que al frente de Organizaciones y Administraciones se encuentran y que en su mano está intentar resolver la situación con ayuda humanitaria y control de esa ayuda en el país de origen.
Por cierto, al turista madurito que participa de este repugnante tráfico, le diré que cuando llegue a su casa y se mire al espejo -si puede- recuerde siempre que hace el mismo daño a la criatura que su contrabandista. Ni más ni menos. Igual de partícipe. Igual de miserable. Igual de indigno. Igual de reprochable y censurable.
El espíritu de este cuaderno digital no es otro que el de reunir ideas,pensamientos,gustos cinematográficos o gastronómicos,lecturas estimulantes o viajes sugerentes.Me interesa todo aquello que tenga que ver con el ámbito social y político,me interesa la libertad y su búsqueda permanente,me interesan las diferencias entre la óptica femenina y masculina,me interesan,en definitiva,las personas y su encaje en una sociedad cada vez más compleja.Y me apetece contarlo en mi propio espacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario